En 1928 a Virginia Woolf le propusieron dar una serie de charlas sobre el tema de la mujer y la novela, lejos de cualquier dogmatismo o presunción, planteó la cuestión desde un punto de vista realista, valiente y muy particular, una pregunta ¿qué necesitan las mujeres para escribir buenas novelas? Una sola respuesta independencia económica y personal, es decir, una habitación propia.