Muchas son las virtudes de la prosa de Ricardo Garibay. Este "artesano riguroso de la palabra", como diría Adolfo Castañón, ha sido elogiado por su célebre oído literario, alejado del canon, así como por su destreza para construir personajes. En Triste domingo traza un triángulo amoroso entre Alejandra y dos hombres aparentemente opuestos: Fabián, un joven escritor en ciernes, de una intensa candidez; y Salazar, quien todo lo sabe y lo ha vivido, y aparenta tener el caos bajo el control.