Tras compartir una década con Diego Rivera en París, Angelina Beloff sufre la muerte de su hijo y la partida de su amante a México. En el estudio del pintor, la atenaza la soledad de los años de posguerra en Europa y ni siquiera en la pintura encuentra consuelo. Su catarsis son las cartas que le escribe, que nunca tienen respuesta y la hacen venir a México.