Decía Stéphane Mallarmé que hubo alfabeto e inmediatamente después aparecieron los versos. ¿Y la prosa? Según Mallarmé “no hay prosa”, afirmación alarmante ante la realidad tipográfica de tantos libros. Digamos que la prosa quedó sembrada en una comarca fronteriza, en un limbo de ávidas pulsiones; tan insaciables, que desataron, al paso de los siglos, a las criaturas multiformes y locuaces que llamamos novelas.