-¿Podrías amarme? -susurró. Su pregunta me dejó sin respiración y sentí que me ardían los pulmones durante el silencio posterior.
Quería responder, susurrar que sí al espacio que nos separaba, pero tuve miedo. Durante toda su vida, la aldea de Gesela, Anta, ha estado maldita. Y no ha sufrido una única maldición, sino una tras otra. Cuando esto sucede, uno de sus habitantes debe romperla, siempre con devastadoras consecuencias.