La argentina es un país de antagonismos y contrastes y Eva Perón encarna, como pocos, esa impronta latinoamericana. Pobre y oscura, en una cultura que se añora rica y rubia, rural, en una nación que otea desde la ciudad; huérfana y salvaje, entre una dirigencias cínicamente civilizada; mujer, en un mundo de hombres; y finalmente plebeya, en una sociedad que esgrime una extraña falsa conciencia aristocrática.