El 11 de septiembre de 2001 sirvió de pretexto al gobierno estadounidense para desatar una guerra sin final previsible, una campaña apocalíptica contra las fuerzas del mal.
Desde los ataques y la inmediatamente declarada guerra contra el terrorismo, el mundo se vio atrapado en una vorágine de violencia y miedo, en un renací miento de fundamentalismos y nacionalismos fervientes.