Siempre al borde de la ironía o la parodia, pero también al filo inquisitivo de las cosas –las diez mil cosas celebradas con acentos melancólicos y firmes–, el rito que Eduardo Hurtado consuma en este hermoso libro de poemas arranca y desemboca en el sustancioso claroscuro de la mirada. Una mirada que busca eludir la gravedad de lo mayúsculo y que, por lo tanto, tampoco es reductible; mirada horizontal y penetrante que sabe hallar asombros en la emoción y el escrutinio.