A medida que la escucho, se me va arrugando el corazón. Me voy acobardando. Hasta ahora había vivido en una burbuja, en una celda de aislamiento pintada de colores y amenizada con buena música. En cuanto asomo la nariz, la realidad me pega una dolorosa bofetada. Descubro que estoy en un mundo horrible donde no te puedes descuidar. Zabala y yo nos estamos poniendo en peligro y ella acaba de salvarse por los pelos y yo aun estoy a tiempo de echarme atrás.