Antonio Deltoro ha registrado las más diversas gradaciones de la luz, sin evitar aquellas que colindan con la invisibilidad. Al adentrarse de lleno en zonas sombrías, sus poemas apuntan la inminencia de un caos. De frente a una realidad erizada de malos agüeros, Deltoro aún halla motivos para persistir en el humor y la ligereza. Hay en estas páginas una rara simpatía con la fibra seductora del miedo.