En Los amores imparables cada beso es nuevo, de una raza diferente; cada polvo es el primero; cada lágrima, una nueva forma de mirar la lluvia; cada herida, para siempre. El amor imparable nace y se independiza de la razón. Es la elevación del verbo sentir a la categoría de arte supremo.
Es un amor imposible de domesticar, que está varios palmos por encima del asombro, que no tiene medida.