Cuando enfermamos, codificamos una nueva experiencia en la memoria biológica de la especie, transformamos los tejidos de nuestro organismo para contenerla e integrarla, y organizamos las condiciones para superar el estado de crisis que la nueva experiencia ha abierto en nuestra vida y en nuestra evolución. Precisamente este estado de crisis, en el que nuestra vida se detiene frente a una experiencia no integrada, es el «mal de vivir» del que las enfermedades nos pueden hacer sanar, enseñándonos nuevos caminos a seguir.