La libertad no es el orden natural de la humanidad. En la mayoría de lugares y de épocas, los fuertes han dominado a los débiles y la libertad ha sido aplastada por la fuerza o por las costumbres y las normas. A menudo los estados no tuvieron la suficiente capacidad para proteger a los individuos o, por el contrario, han sido tan fuertes que la gente no ha podido defenderse de su despotismo.