Durante décadas, México contó con un sistema político y económico centralizado. Si bien oficialmente era una federación, el gobierno central sometía a las entidades federativas, a los ayuntamientos y a muchas de sus comunidades. Conforme ese sistema político autoritario fue erosionándose, fue desarrollándose un proceso descentralizador, que implicaba el fortalecimiento de las instituciones y estructuras locales, acompañado de una participación más entusiasta tanto de actores civiles como de los gubernamentales. Lo anterior ha impactado en el ámbito de las ciencias sociales, donde ha renacido el interés por realizar investigaciones que pretenden comprender y explicar lo sucedido en el ámbito local o regional desde diferentes aristas.