Para los juicios convencionales, López Velarde es el cantor de la provincia y de la “íntima tristeza reaccionaria”; Pellicer, el cantor del trópico y “las manos llenas de color”; Ponce, un sacerdote que hacía versos.
Pero hay que verlos como miembros de una tribu cuyo contexto se perdió: los poetas y artistas que creyeron posible ser católicos y modernos.