«Todo es efímero y jamás se repite», afirma José Emilio Pacheco para recordarnos la brevedad de nuestro tránsito por la tierra. Asumimos que «el mar se habrá cambiado en desierto / cuando ya no [estemos] aquí para mirarlo y amarlo», pero olvidamos que esa condición fugaz es la que le da un matiz extraordinario a la existencia: «todo es valioso porque todo es irrepetible».