La primera vez que Federico García Lorca vio a los gitanos, dijo que estaban “acorralados en su pena hereditaria y tañendo tambores de bronce”. Vivían –explicó– en un mundo de ensueños, de extraño y contenido pesar. Pero también en un mundo tremendamente vital, de pasiones fuertes, embrujado por el fascinante paisaje granadino. Toda la tremenda sensibilidad de Lorca, todo su agudo talento, están en "Romancero Gitano".