En lo alto de la noche, amada como el mar ama a la Luna, en la salvaje brutalidad del insomnio, ése que se hace encendidas confesiones y vuelve a enfrentar el deseo a sus abismos, más lejos de la calle más lejana que uno llegara a caminar, más perdido entre cruceros, retornos y avenidas, escondido entre semáforos descompuestos, señales caídas y orientaciones de mala fe, acaso cerca de un tempo o de un supermercado donde llora una adolescente recién embarazada.