La Historia de la Literatura no tiene patria, aunque sí lenguas diversas, y es la traducción quien obra esa metempsicosis, esa transmigración que hace propio lo ajeno o, al menos, nos crea la ilusión de entenderlo (de leerlo) como propio. Tampoco, en definitiva, las lenguas tienen patria. El mundo es un poco más pequeño, un poco más aceptable, un poco más comprensible y un poco más asumible si existe la traducción.