«La poesía tiene una sola realidad: el sufrimiento». Es «una enfermedad de la conciencia, un rezago / de tiempos anteriores a los nuestros», «precio que algunos pagan / por no saber vivir» o, por el contrario, por pretender vivir demasiado «puliendo, desgastando un idioma ya seco», para «hacer que brote el agua en el desierto» y que las palabras se interpongan en la desesperada marcha del tiempo.