La desastrosa mañana de aquel septiembre de 1985 «la tierra que destruimos se hizo presente». Un fatídico terremoto demostró «hasta qué punto nos aborrece la tierra: / nos ve como insectos / torturadores que la roen por dentro». Su devastadora venganza puso en evidencia que «es el nombre profundo de la muerte». Los sobrevivientes «¿vamos a hacer / otra ciudad, otro país, otra vida? / De otra manera seguirá el derrumbe».