Ha sido privilegio de nuestra época —entre guerras, revoluciones y grandes movimientos sociales— desarrollar la fecundidad de la poesía. Nunca pensó Pablo Neruda, cuando escribió sus primeros y solitarios libros, que al correr de los años se encontraría en plazas, calles, fábricas, aulas, teatros y jardines recitando sus versos, que recorrería todos los rincones de Chile y el mundo desparramando su poesía.