La obra de Eugène Guillevic debe situarse junto a la de otros gigantes de la poesía francesa de la segunda mitad del siglo XX como Francis Ponge, René Char, Jean Follain o Yves Bonnefoy. Como en cualquier verdadero poeta, sus elecciones estilísticas, en absoluto casuales, implican una suerte de posicionamiento moral y establecen un método ético, inteligentemente pudoroso, de exploración de la vida.