Nos dijeron que si parecíamos dulces y obedientes, trabajábamos duro, éramos honradas, coherentes con nuestros actos y nuestros principios, tendríamos una vida fácil y placentera. Y así lo hicimos. Caminamos cada mañana por la senda de migas de pan que nuestra conciencia nos iba dejando en el bosque de lo cotidiano. Pero con los años fuimos viendo que otras mujeres tomaban atajos y pisaban las reglas que tanto nos costaba mantener, y aun así sus vidas eran fáciles y placenteras.