El aumento cotidiano de tareas y de exigencias y expectativas ligadas a nuestra manera de vivir, nos lleva a menudo a perder el verdadero sentido de nuestras acciones. La carrera para conseguir lo objetivos que nos proponemos hace que se acumulen los deberes, se sumen las actividades físicas y psíquicas, que se pierda l regularidad necesaria para optimizar el rendimiento, que hubiésemos querido o que hubiésemos esperado.