En Romeo y Julieta, Shakespeare crea un mundo violento, en el que dos jóvenes se enamoran. No es simplemente que sus familias entran en conflicto; no: los Montague y los Capuleto están envueltos en un feudo de sangre y rencor. En este ambiente con olor a muerte, la transición desde el amor a primera vista hasta la unión final de los amantes en la muerte parece casi inevitable.