Guadalupe Loaeza ha retratado como nadie a la burguesía mexicana: sus tardes con el psicoanalista, sus excursiones a la Lagunilla, sus vacaciones frustradas, sus fiestas de happy birthday y hasta sus dramas de Navidad. Con un estilo crítico, ingenioso e incómodamente divertido, captura la esencia de unas «niñas bien» que, aunque hoy se visten con huipiles combinados con pantalones carísimos, siguen siendo reflejo de una clase social desconectada de su realidad, llena de contradicciones, aspiraciones y excesos.