Dejarse fluir es sentir la energía del Universo en cada centímetro de nuestro interior, permitiéndole absorber todo rezago de oscuridad.
Sentirla desde adentro y dejar que se haga la voluntad del Creador a través de su recorrido manifestándose en cada pensamiento, en cada palabra que sale de nuestra boca, en cada mirada, en cada caricia, en cada paso...