A los diecisiete años, Shae ha tenido una vida relativamente tranquila.
Vive con su madre, bromea con su mejor amiga Fiona y con Mads, el chico que siempre sabe cómo hacerla sonreír. Aparentemente, Shae mantiene bajo control su miedo a la Mancha, esa enfermedad mortal transmitida por la tinta.