Una vez que has entregado el espíritu, todo se sigue con absoluta certeza, aun en medio del caos.
Desde el principio no fue nunca más que el caos: era un fluido que me envolvía, que respiraba yo por las branquias. En los sustratos, donde la luna brillaba monótona y opaca, era suave y fecundante; arriba, disputa y discordia. En todo veía yo en seguida lo opuesto, la contradicción; y entre lo real y lo irreal, la ironía, la paradoja.