De Amcis, en forma tajante y, sin duda, plenamente consciente, renunció de una vez por todas a utilizar la fantasía y la aventura exótica en su libro. Sutió el escenario en su propia ciudad, Turín, y forjó sus personajes con seres de carne y hueso, accesibles, conocidos, compañeros de Furio y de Hugo, sus propios hijos.