Karen no forma parte del club de las chavas raras, solitarias y depresivas de la secundaria. Aunque no sabe bien por qué, ella misma se reconoce como una buleadora ordinaria que, después de presenciar un horrible episodio, emprende una transformación personal.
En este proceso de cambio se descubre enamorada, solidaria con las causas justas e incluso como una renovada estudiante.