En octubre de 2002, un Kurt Wallender cansado y refunfuñón va a visitar la que podría ser la casa de sus sueños, en la campiña de Löderup.
Sin embargo, mientras deambula a solas por el jardín de la casa, rumiando si comprarla o no, tropieza con algo semioculto entre la hierba. Para su sorpresa, son los huesos de una mano.