El cuento es poner en situación algo de nosotros mismos. Sus propiedades camaleónicas son fuente desbordante y último reducto para la imaginación, que se niega a dejar que las palabras vuelen con el viento. Divertidos, sobrecogedores y con una encantadora agudeza, los relatos comprendidos en este libro colocan al lector en vívidos ambientes y circunstancias alucinantes, en una celebración de la literatura como el único espacio donde nunca está prohibido reír, llorar o soñar.