En una lucha entre la familia y la lealtad, entre la ambición personal y el compromiso político, no existe un camino fácil. Eduardo y su hermana Eteflelda, hijos del rey Alfredo, dirigen ahora los destinos de Wessex, Mercia y Anglia Oriental.
A su alrededor, los hombres del norte, siempre inquietos, siguen deseando las riquezas que contienen las tierras e iglesias inglesas, y ya preparan nuevas incursiones.