La angustia que acompaña la llegada de la noche se alimenta de un miedo primitivo, pero de pronto ocurre el milagro: llega el alba y «anula nuestra desesperanza, nos absuelve de nuestra locura, comprueba que el mundo no se disolvió en las tinieblas». Es entonces cuando «el amanecer nos entrega la primera hora y el primer ahora de otra vida. Lo único de verdad nuestro es el día que comienza».