El cuerpo de Defred sólo sirve para procrear, tal como imponen las férreas normas establecidas por la dictadura puritana de la República de Gilead. Si Defred se rebela o no es capaz de concebir, será ejecutada o desterrada. Así, el régimen teocrático controla hasta los actos más ínfimos de las mujeres, pero nadie puede dominar el pensamiento de una persona. Y mucho menos sus sentimientos.