En esta novela hay un viejo quiosquero llamado Borges que elucubra sobre la existencia de Dios y tiene extrañas visiones.
En una de esas visiones entrevé a una banda de polacos, siete en concreto —acaso como los siete locos de Roberto Arlt—, que son polacos no porque hayan nacido en ese país, sino porque son rubios y de piel blanca en un país de gente de tez morena.