“Sherlock Holmes —igual que sus ancestros, el Auguste Dupin de Edgar Allan Poe o el Maximilien Heller de Henry Cauvain— es puro raciocinio. Su mente es tan brillante que ni el lector puede medirse con él. La clave última de sus misterios se halla siempre en un tipo de barro proveniente en Afganistán, o en una ceniza que solo produce el tabaco jamaicano. Holmes no es únicamente un maestro de la deducción: es una enciclopedia de información científica con la que no podemos competir. Nos limitamos a admirarlo.