Vivimos tiempos de incertidumbre y paradojas. Anhelamos una buena calidad de vida, dejar de correr, vivir con sosiego nuestras relaciones personales y sociales, pero la realidad nos obliga a acelerarnos.
Soñamos con un mundo más justo y tranquilo, pero tenemos graves problemas ecológicos al tiempo que crecen como nunca las desigualdades sociales. La sociedad de las prisas lo ha invadido todo y amenaza con quedarse.