Hace unos años, Juan Carlos sorprendió con su mirada sobre la prostitución. Era un problema social, sí: miles de mujeres, casi siempre madres, empujadas por falta de laburo digno a vender su cuerpo para mantener a sus hijos. Eso ya lo sabemos. Pero había algo más: qué pasaba con los hombres, los consumidores de prostitución, los clientes de los gatos.