Experimentar alegría es agradable y todos aspiramos a la felicidad. Ahora bien, para alcanzar un estado de alegría y serenidad, es necesario hacer un espacio al resto de las emociones. Estar triste, ansioso, enfadarse o sentir miedo es completamente normal y saludable, por cuanto la evolución ha diseñado el cerebro para sobrevivir, no para ser feliz. Y si queremos experimentar la vida como individuos funcionales y adaptados, no podemos darle la espalda al universo emocional en toda su riqueza y complejidad.