Lo que hace de cada ser humano un individuo singular, diferente de todos los demás, es la historia de sus placeres y sus sufrimientos. Con este descubrimiento, Freud abrió un camino que supuso al mismo tiempo una revolución en la vida cotidiana y una aventura del pensamiento.
El placer siempre tiende al exceso, y por eso parece escaparse de toda explicación racional y oponerse a todo proyecto de autocontrol.