Al principio hubo una pregunta: ¿Harás mi discurso funerario? Como pasa muchas veces con la fe, pensé que me estaban pidiendo un favor. Pero más tarde me di cuenta que me lo estaban haciendo a mí. Durante una de sus visitas a casa de sus padres. Mitch Albom recibe el encargo más difícil y extraño de su vida: escribir, cuando llegue su hora, el discurso funerario de Albert Lewis, si viejo rabino, de 82 años.