Estamos acostumbrados a pensar en la soledad como algo que tiene dos caras: por un lado, el sufrimiento y el malestar del animal social abandonado a sí mismo ?mucho más insoportable en nuestra sociedad hiperconectada? y, por el otro, la condición privilegiada para conseguir la elevación espiritual, la felicidad de la creación artística o el destello de la genialidad del inventor o del científico.