En un viaje por el Mediterráneo, Dumas pasó por una islilla en la que no pudo desembarcar porque "estaba en rebeldía". Era la isla de Monte-Cristo.
El nombre le llamó la atención y, posteriormente, escribió una obra en la que dio cuerpo a un hijo de su imaginación y a una de las novelas más apasionantes que se han escrito: El conde de Monte-Cristo.