La obra teatral de Oscar Wilde aparece por primera vez en la escena londinense en 1892, con El abanico de Lady Windermere. Comienza así para Wilde su etapa final de escritor, dándose a conocer como dramaturgo, para poder llegar al gran público valiéndose de un medio directo, y de esa manera atomizarle con su ironía, con la sátira mordaz sobre la sociedad de su época, con la crítica sutil, ofrecida bajo formas triviales que quieren suavizar sus juicios profundos y despojarlos de esa molesta pomposidad del moralista empedernido y condicionante.