Al inicio, se cree enfermedad. Una epidemia que se dispersa por medios desconocidos y roba el juicio a sus víctimas, llenándolas de recuerdos de una vida que en realidad no vivieron. Pero este mal no es causado por un agente patógeno. Es sólo la primera ola de cambios que están por venir, derivados de un descubrimiento estremecedor, y que está a punto de alterar no sólo la química cerebral que hace posible la memoria humana, sino los hilos mismos que forjan nuestro concepto de tiempo.