Desde la cárcel, Antonio Gramsci escribió muchas cartas a su mujer. En una de ellas le comparte un cuento para que se lo lea a sus hijos: el de un ratón que se bebe la leche del desayuno de un niño.
El ratón, queriendo deshacer su trasgresión, descubre una mayor y más terrible que la suya: la tierra y la montaña han sido devastados por los hombres.