Hace ya muchos años que la humanidad camina al borde del precipicio ambiental.
La sobreexplotación del planeta y el continuo daño que le infligen las sociedades modernas expresan una forma, utilitaria y voraz, de concebir la naturaleza y de producir conocimiento sobre ella. Esta relación es fruto de una racionalidad positivista en la que se amalgaman ciencia y mercado, dislocando el funcionamiento de la biosfera.